Bitácora

lunes, 5 de agosto de 2013

La historia del increible baboso

Llámenlo Rafa, da igual, podríais decirle cerdo directamente, se puede hacer con clase, gracias y elegancia o no, pero éste es de los que no.

Hace tiempo se acercaba a mi barra, bien acompañado de una mujer que había llegado hace un quinquenio a la jubilación, una hija con crío en año de comunión, vamos un viejo,que no un señor. Lloraba de penas recientes, de muertes dramáticas, de la despedida de un hijo, yo en mi sitio, esclavo de mi empatía, no se vivir sin sentir, le escuchaba, animaba, impulsaba, cada uno en su parcelita, durante el tiempo que allí postrado se sostenía sobre la barra. Un apoyo, un vamos¡¡¡.

Pero tal día se torció como se tuercen las cosas, de a poco, a poco, a más. Y se llega, se salta, pero hay que cortar.

Llegaba una mujer de rasgos asiáticos pero de procedencia Latinoamericana, en sitio, con educación pide dos bocadillos de tortilla de patata, vamos una señora, Rafa se acerca, se arrima, hombro con hombro inquieta a la señora - toltilla güena - le dice él, ella con más educación se zafa, se aleja en dirección contraria, pero allí hay otros clientes. Entonces le veo, el bar está lleno, no tengo margen de maniobra, antes ya pasó, no defendí como es debido, perdí una clienta, una amiga, una buena persona, en cambio el sinvergüenza tuvo que ser echado a patadas, no puedo más y le pido que le deje en paz a la señora, tajante, firme, recto, hay que cortar. Algunos clientes miran, me conocen, son muchos años, alguno incordia pero da igual.

Sus ojos brillantes me miran abiertos tras sus gafas, sonrientes como sus labios - yo no hago nada - me dice él, pero si hace, incordia a la pobre señora, entonces le amenazo: - ¿crees que la belleza de tu mujer le haría gracias lo que estoy viendo?, - no hago nada - responde él, se va.

A los dos días.

Pasa por la puerta, se para y suelta: - estoy enfadado contigo por lo del otro día -dice él, - le acosabas - respondí yo, ¿se lo contamos a tu mujer?. Él muy capillita, me mira y me dice: - a mí no me gusta la mentira, no me gusta- se va. 

Cojo la bandeja ya que me esperan en la terraza, a la vuelta ahí está tieso, junto a la puerta de entrada esperando a que su mujer salga del mercado.- Aquí estoy para que me pegues, aquí estoy, llama a la policía. - Pero no lo hago, no voy, sonrío, yo ya hice lo que tenía que hacer, le libre de él, ella me lo agradeció, lo entendió.

Esta vez, han ganado los buenos.